Te detesto y te lo dije bien clarito, sin miramientos, sin dubitación.
Me parece que el que está confundiendo las cosas sos vos. Las palabras ni siquiera temblaron cuando las dije bien clarito, sin miramientos y sin dubitación.
Bueno, tenés razón, a lo mejor un poco. Pero habrá sido un temblor minúsculo, un temblorcito entre palabra y palabra. Y además, tengo de mi lado los motivos más lógicos y apropiados. Uno de ellas, el sofocante calor que estábamos sufriendo ahí adentro, que sumado al insoportable mareo etílico, me fue casi imposible no haber temblado la voz.
No digas pavadas. Sí salimos de ahí adentro hace apenas un rato y hacía un calor de la gran puta. O yo estaba acalorado, no se. Acá al menos corre el aire, hay más silencio, así también corren mejor las palabras.
Pará, dejame hablar a mí. Lo importante acá es que te detesto sin miramientos y sin dubitación, aunque me haya temblado un poquito la voz entre palabra y palabra. Y lo hago con motivos.
No, estoy seguro. Es más, estoy segurísimo que no es ni una bronca ni mal humor, yo se bien cuando me pongo de mal humor.
No, tampoco es un capricho. Yo me conozco completito, a mis emociones también. Por eso digo que te detesto.
Sí, puede ser que tengas razón. A lo mejor no es odio, el odio lo conozco bien. Esto que te digo, es algo desconocido. A lo mejor no es odio. Pero de todas formas te detesto y punto.
Ah, si. En eso sí tenés razón. Si fuera odio, no estaría acá sentado en la vereda, en el umbral de la puerta de quien sabe, dialogando con vos, y menos a esta hora de la madrugada. Si fuese odio ya te hubiese aniquilado en cualquier oportunidad, te hubiese desollado y despellejado para el asado del domingo. Conozco bien mi carácter. Yo se lo que te digo.
Pero entonces no. No es odio.
No, tampoco. Aunque haya un solo paso entre uno y otro, o cruzando la vereda, o a la vuelta de la esquina. El amor no existe, y menos en estos asuntos.
No, tampoco fue el vodka.
“Largá todo y después te sentís mejor” dicen; creo que también se aplica a las palabras. Hay palabras que se escabullen, que evitan ser encontradas. Por eso es bueno largarlo todo.
Ya se me hizo una ensalada tremenda. Sí, ya se. Es medio difícil comprender las ensaladas ajenas, pero hace un esfuercito, porque sino, yo nunca me voy a entender y vos nunca te vas a enterar. Hay muchas personas que tienen una ensalada en su cabeza. Yo estoy tratando de entender la mía.
No te estoy tomando el pelo.
Bueno che... no te gustó la metáfora de la ensalada.
A ver ¿un crucigrama? Cuando tratás de armar un crucigrama empezás a probar cual es la adecuada, cual encaja mejor. A la primera de cambio es seguro que podes equivocarte, por eso es útil probar, para equivocarse. Pero equivocarse y aprender. No sirve de nada andar equivocándose por la vida sin aprender nada.
Pucha, ahora me hiciste dudar. ¿Qué carajo es esto que siento adentro mío si no es odio, ni amor, ni vodka?
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